- 300 días de vida cuesta comprar una casa. Resguardando cada peso de cada día. ¿Por qué seguimos ciegamente peleando o creyendo en algo inalcanzable?
El sueño de regalarle una casa a mamá, está muerto.
Ya no hay vacantes para nosotros los pobres, no queda una oportunidad. Pero así y todo reímos, y no sé si es algo bueno o malo dibujar un gesto estúpido en este constante entierro.
Imagino que debe ser bueno, si, que no nos saquen la risa.
COMPRAR UNA CASA
Quien tenga una casa, ya sea comprada, heredada, regalada, puede tirar este texto a la basura. Si decides quedarte, hay una gran posibilidad de que te enojes y no me importa.
No es este un estudio económico, es la ruptura de un símbolo.
Una casa pintada es una cobardía, un refugio para enaltecer toda la fuerza del ego, veamos: llegar a casa, al refugio privado exclusivo, lo que más defiende la constitución nacional, es un motivo de absolución propia.
«Mientras aquí todo esté bien, no debo preocuparme por nada, no debo pelear por nada, toda injusticia en el mundo se acaba si aquí dentro todo va bien».
El esfuerzo que conlleva (nada menor), luego de obtenida la vivienda, afloja los músculos. Se absuelve y se extingue todo lo malo e injusto que hay ahí afuera, con el «que se le va a hacer».
LLEGAMOS TARDE.
Una vez le dije a mí madre: «deja de pensar en una vida común, cómo la que te dio el abuelo en tu infancia, el mundo cambio, eso ya no existe, nunca más va a existir, la casa, las habitaciones, pintada, amueblada, propia o alquilando, no existe para nosotros, así que deja de sufrir por eso y olvídate».
Todos conocen que antes si, se podía, llenos de historias y de ejemplos estúpidos, de que un abuelo se logró comprar tal cosa, que mí viejo esto y lo otro, etc etc. Pero si, un hombre, con esfuerzo, lograba adquirir su terreno y hacer su vivienda. Pero no reconocer que hace años todo eso se esfumó, es ser un estúpido que perpetua una mentira.
A veces juego con lo que decía Virginia Woolf en «Una habitación propia». Es como si ese derecho fundamental de la mujer libre, dueña, siendo como se le cante en su espacio propio y en la vida; hubiese mutado y aunque esa habitación propia siga siendo una necesidad universal y aplastante y necesaria, hoy en día, trascendió los distintos géneros de las personas. Y ahora de ha sumado un nuevo ser opresor, subjetivo y carnalmente despiadado: el dinero.
Viendo lo tarde que llegamos como para poder ser dueños, es una triste quimera todas esas espaldas de hombres y mujeres, destruidas a su edad adulta en busca de este espejismo de la casa propia.
También es interesante hacer notar, como es que se motivan otros deseos más accesibles para la economía actual, motivación que viene desde los poderes, claro esta.
Es fundamental para ellos motivar estos tipos de deseos que carecen de alma, y sobre todo, deseos que están vacíos de «derechos», ya que tales objetos (referenciados por esos deseos) no son nada necesarios para la vida.
De esta forma se apaga toda lucha con posibilidad de ser masiva, poniéndonos deseos vacíos, unos tras otros, como pequeñas dosis de dopamina.
La arquitectura del olvido y la indiferencia, es el consumo.
Nunca sabremos lo que se siente, esa «paz», ese tipo de paz. Y hago énfasis en que es un tipo de paz, como miles de otros.
Entender que esa pérdida de posibilidad, no es un justificante que de pueda seguir aplicando, por lo tanto cualquier excusa que invite a matarnos en el trabajo para de forma ilusionada algún día conseguir la casa propia, es una mentira.
Esto no es motivo de pena, al contrario, es nafta para el fuego. Una liberación y un planteamiento que nos ayude a encarar el sin sentido. Porque tenemos, si queremos, en esta imposibilidad de hierro, la certeza de la inutilidad del Estado, su economía, y sus formas, de la cual el cuento capitalista es parte.
Entonces, relájate y cultivate, si ves una injusticia, pelea. No hay nada por perder y mucho por ganar.
El poder estatal y económico, cree que cuánto menos tenemos, más fácil es manejarnos. Pero se olvidan que somos los que más a menudo vamos al conflicto, sin retroceder, cara a cara.
EL ALQUILER
Una de las relaciones más detestables del sistema económico, es todo lo que engloba una relación entre inquilino y dueño. Sobretodo al alquilar a alguien que tiene 4 o 5 propiedades y se enriquece con la necesidad de vivienda, o, visto desde otro punto, con nuestra resistencia a dormir en un banco de plaza.
Se me hace una relación (más allá del odio a todo compromiso contractual) muy desigual, en donde reina el patotismo par parte de los dueños, amparados por las cobardes inmobiliarias. Además, se puede sostener que el acto de alquilar una vivienda es una virtualidad, es decir, una especie de ficción temporal, sostenida con dinero, hasta que tu salud, tu suerte o tu paciencia en el trabajo, aguanten.
Sin esa virtualidad, nuestra realidad es la indigencia, un partido con potencial de millones de adeptos.
Disculpeme, orgullosamente me crié en una casa usurpada, y con todo gusto erradicaría las inmobiliarias (todas parásitos) y los propietarios de múltiples construcciones.
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